"Cultura como usina, como fábrica de símbolos de un pueblo. Cultura como un conjunto de signos de cada comunidad y de toda la nación. Cultura como el sentido de nuestros actos, la suma de nuestros gestos, el sentido de nuestro modo de vida." [GIL, Gilberto. Discurso de asunción como Ministro de Cultura de Brasil, 2003]

lunes, 21 de junio de 2010

El Diario de un Seductor. Kierkegaard

La seducción, en las personas, es esa capacidad de encantar provocando el deseo. El deseo es el quiebre de la voluntad, arropada en sentimientos morales o éticos, para disfrutar sin restricciones, ese algo buscado en nuestros anhelos escondidos…

Hace algún tiempo paseándome por los pasillos de la biblioteca de mi antigua preparatoria, me encontré con este libro, el cual después de haber leído y analizado, pasó a formar parte de mis obras preferidas en el mundo.

Me encontré con un don Juan en toda la extensión de la palabra, y con miles de apreciaciones en torno a la condición de la mujer: la manera en que se le debe seducir y cómo terminar una relación cuando ya se está harto de ella.

En un principio quién simplemente lea la introducción pensará que se trata de una obra machista y misógina, sin embargo el trasfondo psicológico que en vuelve la personalidad del protagonista, es sumamente interesante.

Si eres de las personas que además de leer, reflexionas y analizas, esta obra seguramente te atrapara.

El diario de un seductor es una obra literaria que cautiva, de un juego psicológico en dónde el único jugador es el protagonista y el resultado indiscutible es un roto corazón, el de la víctima.

Producto de la mente creativa del gran Sören Kierkegaard, precursor del existencialismo, neoortodoxo, postmodernista, humanista e individualista. Considerado gran pensador del siglo XX, sobrepasando los límites de la filosofía, la teología, la psicología y la literatura, considerado como uno de los personajes más influyentes del pensamiento moderno.

Así el libro narra la historia de un seductor empedernido, sumamente egocéntrico y arrogante, que disfruta en gran manera de la cacería de sus conquistas, más que de la conquista misma. Para él la seducción es un arte que debe llevarse a cabo con sumo y meticuloso cuidado.

Lo que motiva al personaje es únicamente ese lapso de tiempo en el que una pareja todavía no es pareja; jugando a amar. Sí, a amar, como si de un juego de ajedrez se tratara. Nunca se deja llevar por sus emociones sino que busca siempre estar en absurdo control, manipulando a su víctima de tal manera que ella no se dé cuenta, y una vez que consigue que la mujer se rinda ante él, la deja, justificando que con esa experiencia estará aún más cerca de encontrar el verdadero amor.

Es bien sabido que en el juego de la seducción intervienen la mirada, los gestos, la sonrisa, varias actitudes para despertar el deseo de los demás. Pero cuando el poder de las palabras hace acto de presencia, la seducción de lo sensible que guarda la literatura de esta obra es la que realmente seduce, se sucumbe a la seducción específica del arte; como le sucede a la adolescente Cordelia, la protagonista femenina de esta magnífica obra. Juan, esteta, seduce a Cordelia a través de la imaginación, de la inteligencia y el poder de la literatura.

Todo el camino para conquistar a Cordelia está proyectado por Juan de esta forma, no quiere poseerla físicamente, para él la posesión culminaría la seducción, lo que en realidad desea es mantener la seducción, mantener el ideal al que aspira: la sublimación, invadirla de emoción.

Las sensaciones son narradas con maestría en esta novela estructurada a través de cartas. El protagonista demuestra cómo se puede hacer creer a alguien que uno ha dicho o hecho cosas que en realidad no han acontecido. Se trata de engañar sin engañar, de generar en el otro la impresión o casi la certeza de encontrarse ante un fenómeno ante el cual, en realidad no se encuentra. Y ¿por qué? Porque el seductor es capaz de tomar distancia y saberse fuera del proceso una vez que se desata.

Las líneas de este libro son seductoras, cuando lees el libro no solo te das cuenta del talento de Kierkegaard para envolvernos en su lirica y filosofía, si no también uno se hace consciente de que el dolor también puede ser una forma de amar.

El diario de un seductor, en realidad habla sobre un hombre temeroso de perderse las pasiones de la vida, las cuales, ha perdido por la incapacidad de mantenerlas en su corazón.

Esta recopilación, es una muestra del verdadero talento en la literatura, ya que por medio de sus finísimas facultades intelectuales, el protagonista sabe inducir de forma maravillosa a una muchacha a la tentación, ligarla a su persona incluso sin desear siquiera tenerla para sí mismo.

Todo esto, sin que él, por su parte, hubiese demostrado el menor acercamiento, sin que aludiese al amor en ninguna de sus palabras, sin una declaración y ni siquiera una promesa.

Se trata de buscar el máximo placer sin ningún compromiso entra en estas fronteras delgadas que separan la exquisitez de los bajos instintos.

“¿Qué ama el amor?… Un recinto, no era el paraíso un lugar cerrado, un jardín expuesto a Oriente. Si nos acercamos más a la ventana, aparece un tranquilo lago, que humildemente se esconde entre las orillas escaparadas. En la orilla hay un barco. Un suspiro del corazón hinchado, un soplo del corazón inquieto: suelta amarras, resbala por las olas del lago, empujado suavemente por la brisa de una pasión que no tiene nombre. Si miramos para el otro lado, ante los ojos se dispersa el mar, que no puede detener nada, perseguido por el pensamiento, que no retiene nada… ¿Qué ama el amor? El Infinito. ¿Qué teme el amor? Los límites.”

Para el sujeto el amor siempre tiene un límite, el de la entrega por parte de su víctima. De esta manera Kierkegaard logra mostrarnos el carácter estético de la seducción. Para él la esteticidad de la seducción consiste en hacerle creer a la muchacha que es libre: libre de ser altiva, libre de entregarse, libre a su vez de humillaciones semejantes al enamoramiento.

Pero cuando ella por fin se enamora, cuando la entrega es definitiva, para él ya no tiene sentido alguno, tal como la flor que se ha marchitado, el interés también se marchita, el juego ha terminado.

“Ni aún quiero decirle adiós: lágrimas y suspiros de mujer que perturban, trastornan mi espíritu sin un fin”.

Así este apasionante seductor, este conocedor de las debilidades femeninas, de las condiciones propias de la femineidad, concluye su diario con el mayor desprecio posible:

“Hubo un tiempo en que la amé; pero de aquí en adelante mi alma no puede pertenecerle. Si yo fuese un Dios, haría con ella lo que Neptuno hizo con una ninfa: la transformaría en hombre…”

Pero a pesar del desprecio, a pesar de la misoginia evidente que todo seductor trasluce en su conducción, sé que siendo mujer jamás podría haberme disfrutado una obra semejante como lo hice con ésta, pues, aún cuando la mujer es considerada objeto, es siempre el sujeto exclusivo de un arte tan sublime como el de la seducción.


Valerie Pech Vite.

1 comentario:

  1. Muy muy muy, buen analisis Val, la verdad no lo he leido, he leido parecidos, pero como dices siempre me desagradan por lo machistas que llegan a hacer al personaje. Evidentemente no me gusto esa ultima frase del diario ¿Como querer transformar a una mujer en un hombre?, es como decir que fuesemos tan comunes que mejor todos fueran hombres. Um, me enoje jajaja. Pero sin duda es el pensamiento de todo un literario el que llega a esta culminacion, me encanto esta publicacion.

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