"Cultura como usina, como fábrica de símbolos de un pueblo. Cultura como un conjunto de signos de cada comunidad y de toda la nación. Cultura como el sentido de nuestros actos, la suma de nuestros gestos, el sentido de nuestro modo de vida." [GIL, Gilberto. Discurso de asunción como Ministro de Cultura de Brasil, 2003]

domingo, 1 de agosto de 2010

El poder de una carta bien escrita

Aunque en tiempos de mails, messenger y mensajes de texto, es difícil pensar en escribir una carta o enviarla. O sea, es mucho pensar en escribir una, ¡como para todavía pensar en escribirla bien!

Sin embargo, la carta en su género a caído en lo que algunos llaman, subvaloración. Y es que una carta, si es bien escrita, puede tener un valor y poder incalculables, sin importar el motivo del que trate, informal o formal.

Hilando frases exactas, corteses, pulidas, sinceras, el autor de una carta puede mediante ésta, impresionar al remitente, persuadiéndolo, provocando alguna reacción en él, generalmente favorable a los intereses de quien la escribió, o para informar de algún hecho.

El punto es que una carta escrita con cuidado y dedicación, puede causar un impacto mucho mayor a quien se la escribimos que un mensaje de texto, un mail o frase mal hecha y escrita a la carrera. Una disculpa, una petición, una dádiva, un agradecimiento, un pensamiento, una declaración, una carta puede expresar ello y más, tan solo veamos algunos ejemplos:

Pablo Neruda a Albertina Rosa.

“Pequeña, ayer debes haber recibido un periódico, y en él un poema de la ausente (tú eres la ausente). ¿Te gustó, pequeña? ¿Te convences de que te recuerdo? En cambio tú. En diez días, una carta. Yo, tendido en el pasto húmedo, en las tardes, pienso en tu boina gris, en tus ojos que amo, en ti. Salgo a las cinco, a vagar por las calles solas, por los campos vecinos. Sólo un amigo me acompaña, a veces.

He peleado con las numerosas novias que antes tenía, así es que estoy solo como nunca, y estaría como nunca feliz, si tú estuvieras conmigo. El 8 planté en el patio de mi casa un árbol, un aromo. Además traje de las quintas, pensando en ti, un narciso blanco, magnífico. Aquí, en las noches, se desata un viento terrible. Vivo solo, en los altos, y a veces me levanto, a cerrar la ventana, a hacer callar a los perros. A esa hora estarás dormida (como en el tren) y abro una ventana para que el viento te traiga hasta aquí, sin despertarte, como yo te traía.

Además elevaré mañana, en tu honor, un volantín de cuatro colores, y lo dejaré irse al cielo de Lota Alto. Recibirás, querida, un largo mensaje, una de estas noches, a la hora en que la Cruz del sur pasa por mi ventana (...) A veces, hoy, me da una angustia de que no estés conmigo. De que no puedas estar conmigo, siempre.

Largos besos de tu Pablo.”


Hermoso, ¿no?


Ahora, veamos una de Charles Dickens a su hijo:

“Querido hijo mío:

Te escribo hoy esta carta porque tu partida me preocupa mucho, y porque quiero que lleves contigo unas palabras mías de despedida, para que pienses en ellas de cuando en cuando en los momentos de tranquilidad. No necesito decirte cuánto te quiero, y que siento mucho, lo siento en el alma separarme de ti. Pero la mitad de esta vida está hecha de separaciones, y son dolores que hay que sobrellevar, además , la vida con sus pruebas y peligros, te enseñará más que cualquier estudio o tarea que pudieras realizar. Hasta hoy, sólo has necesitado para vivir una meta fija y constante, desde ahora, te aconsejo, hijo mío, que te propongas con firme determinación hacer todo lo que hagas de la mejor manera posible. No te aproveches vilmente de nadie en ninguna ocasión, y no seas duro jamás con los que están bajo tu fuerza. Procura hacer con los demás lo que quisieras que ellos hiciesen contigo, y no te desalientes si a veces dejan de hacerlo.. Mucho mejor será para ti que sean ellos los que desobedezcan la máxima regla establecida por nuestro Salvador, y no tú. Pongo en tu equipaje el libro del Nuevo Testamento, porque es el mejor libro de cuantos se han conocido y se conocerán, y porque nos enseña las mejores lecciones por las que puede guiarse todo ser humano que procure ser leal y fiel a su deber.

No abandones jamás la sana costumbre de rezar tus oraciones por la noche y por la mañana. Yo no la he abandonado nunca, y conozco el consuelo que eso presta al alma. Confió en que puedas decir siempre en tu vida que has tenido un padre cariñoso que te ha amado.

Con cariño.”


Y el inolvidable Napoleón a su amada Josefina:

“No le amo, en absoluto; por el contrario, le detesto, usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido; usted sabe qué placeres sus las letras le dan, pero ¡aún así usted no le ha escrito seis líneas, informales, a las corridas!

¿Qué usted hace todo el dia, señora? ¿Cuál es el asunto tan importante que no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante amor que usted le prometió? ¿De qué clase maravillosa puede ser, que nuevo amante reina sobre sus días, y evita darle cualquier atención a su marido? ¡Josephine, tenga cuidado! Una placentera noche, las puertas se abrirán de par en par y allí estaré.

De hecho, estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir ninguna noticia de usted; escríbame rápidamente sus páginas, paginas llenas de cosas agradables que llenarán mi corazón de las sensaciones más placenteras.

Espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos y cubrirla con un millón de besos debajo del ecuador.”


Recibir una carta por otra parte, produce cierta expectación y alegría, nerviosismo y emoción como pocas cosas en la vida. Quién sabe, igual y una carta te abre puertas, cierra otras, te ayuda a tus propósitos o encierra todo lo que intentas decir. Nadie sabe con certeza, lo que una carta bien escrita puede hacer.

Solo se requiere sentarse con tranquilidad, despejar el pensamiento y hablar con sinceridad en palabras de tinta.

¡A escribir cartas!

Marisol Hernández Bustamante.

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